Málaga en llamas
Está
por escribir el guión de los extranjeros en Málaga, sobre todo la
colonia británica, ante la espiral delirante de la guerra civil. El
infierno les estalló en mitad del paraíso, donde vivían acomodados como
ricos por el valor de la libra. Es una gran historia, muy
cinematográfica, que se reconstruye con los relatos de Gerald Brenan y
su mujer Gamel Woolsey, el diplomático Edward Norton, Sir Peter
Chalmers… todos ellos y otros como Marjorice Grice o Norman Bethune
componen un retablo coral del caos en Málaga y –Taján dixit- la Arcadia
del Limonar. Tal vez Banderas reconsidere ‘Málaga en llamas’ con esa
mirada plural, no sólo con los ojos penetrantes de Woolsey; y eso ya lo
trabajan Andrés Arenas y Enrique Girón, los dos profesores formidables
de Gaona que acaban de traducir ‘Mi casa de Málaga’ de Chalmers
–sólo hace tres meses presentaron su ‘Venecia en el siglo XIX’ de
Norwich– setenta años después. Se trata de unas memorias, pero la nuez
se abre cuando este aristócrata escocés republicanista tiene que
proteger a sus vecinos los Bolín, una familia de millonarios franquistas
del Limonar que residían en el maravilloso palacete después Colegio de
Arquitectos. Chalmers, al que espanta la bestial dualidad en España
entre ricos y pobres, actúa con coraje y a menudo se protege con la
ironía.
-Estará conmigo, Sir Peter –le dice la Sra.Bolín- que un Rolls-Royce no es un lujo en absoluto, sino una necesidad.
Este
Sir Peter, al que muchos llaman aquí ‘Sopita’ haciendo la transcripción
fonética del inglés elegante, se maneja por la guerra como Livinsgtone
en África. Tiene instinto para la aventura y ese sentimiento de
invulnerabilidad de los británicos victorianos. Cuando los rojos le
acosan, pues no deja de ser un aristócrata con traje blanco y una
mansión en el Limonar, empatiza con tabaco y bromas. Siempre british
–confiesa a un anarquista que odia la guerra…porque falta cerveza–
escribe con piedad. Su narración es desde luego parcial al apoyar a los
anarquistas, pero es un brillante contrapunto para ‘Muerte en Málaga’ de
Norton, partidario sin fisuras del golpe franquista. Y
mientras el diplomático conservador y el aristócrata republicano
tomaban el te charlando de arte y de jardinería, los españoles se
asesinaban en las calles por esas mismas ideas que ellos educadamente
eludían mencionar. He ahí una alegoría poderosa sobre España, como
enfatiza Salvador Moreno. Es un libro de lectura inteligente, amable,
reveladora -“de completa actualidad para entender la realidad”, concluye
Fernando Arcas- sobre los días fascinantes y terribles de la guerra
para aquella colonia del Hotel Caleta Palace (después Hospital 18 de
Julio) que aguarda, quizá alguna vez, una gran recreación
cinematográfica.
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